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Mostrando entradas de febrero, 2023

Relato 002: Las princesas Emis y Saris dibujan olas en el mar

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  Esa tarde de domingo de febrero, las princesas Emis y Saris salieron a caminar por el bosque de Costa Quilén, que recorrían de principio a fin, desde el cerro hasta el borde de la playa. Su lugar preferido era el rincón de los juegos, con camas saltarinas gigantes y columpios con cuerdas de todos los colores. Había algo especial allí, entre los eucaliptus y los arbustos amarillos. Un secreto que solo ellas conocían.  Cada vez que se escuchaba un suave tintineo, aparecía la silueta de Wandalin, esa hada  inconfundible, con sus alas brillantes y su varita mágica. ¡Hola princesas! -dijo Wandalin. ¡Hola hada madrina! - respondieron Emis y Saris, al unísono. ¿Les gustaría dibujar olas en el mar? -preguntó Wandalin. Las princesas se miraron, sonrieron y en un abrir y cerrar de ojos, sintieron el chasquido de la varita poderosa y un fuerte cosquilleo en los pies. Con sorpresa se dieron cuenta que ya estaban suspendidas en el aire.  Solo tenían que agitar los brazos y mira...

Relato 001: Cuando llegaron a Horcón los primeros duendes...

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Hace 300 años, en 1723, cuando el mundo era muy distinto y en Chile los conquistadores españoles avanzaban por los territorios del país en su afán de colonización, en la remota localidad costera de Horcón -región de Valparaíso- se supo que llegaban unos habitantes desconocidos. Eran los primeros duendes. Según las leyendas, los duendes se vestían de lindos colores, con botines rojos, sombreros amarillos y verdes, más unos guantes brillantes que parecían de oro. El  lugar preferido de los duendes eran los viejos árboles con formas raras que crecían desparramados frente a la playa de Horcón. Ahí se juntaban a conversar, comer y dormir. El más viejo de los duendes tenía su propio árbol con una cama hecha de puras ramas delgadas y con suaves hojas que lo invitaban a dormir más temprano que el resto de sus amigos. Después de la medianoche, cuando había luna llena, el viejo duende se asomaba para mirar los otros árboles y asegurarse que todos ya descansaban. Lo que nadie sabía era qu...