Relato 001: Cuando llegaron a Horcón los primeros duendes...


Hace 300 años, en 1723, cuando el mundo era muy distinto y en Chile los conquistadores españoles avanzaban por los territorios del país en su afán de colonización, en la remota localidad costera de Horcón -región de Valparaíso- se supo que llegaban unos habitantes desconocidos.
Eran los primeros duendes.

Según las leyendas, los duendes se vestían de lindos colores, con botines rojos, sombreros amarillos y verdes, más unos guantes brillantes que parecían de oro.

El  lugar preferido de los duendes eran los viejos árboles con formas raras que crecían desparramados frente a la playa de Horcón. Ahí se juntaban a conversar, comer y dormir.

El más viejo de los duendes tenía su propio árbol con una cama hecha de puras ramas delgadas y con suaves hojas que lo invitaban a dormir más temprano que el resto de sus amigos.

Después de la medianoche, cuando había luna llena, el viejo duende se asomaba para mirar los otros árboles y asegurarse que todos ya descansaban.

Lo que nadie sabía era que el viejo duende se levantaba sigiloso y partía volando a recorrer las cuevas misteriosas que apenas se veían entremedio de los cerros.

Una noche, cansado y con dolor de cabeza, el viejo duende se mareó mientras volaba y cayó justo arriba de una roca frente a un camino sinuoso, lleno de polvo y arena sucia. Era allí, precisamente, donde dormían las gaviotas de Horcón.

Así nació la primera historia de un duende que murió y fue enterrado por sus amigas voladoras, todas vestidas de blanco y negro.

Ese duende se llamaba Primicius y es el tatarabuelo de todos los duendes que vivieron después escondidos en los árboles de Horcón.

Más adelante, en otro cuento corto, vamos a conocer aventuras de las nuevas generaciones de duendes. 
Con muchas sorpresas...
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